La señorita Elsa ve perturbado su descanso en una villa alpina por una carta de su madre, quien le ruega le pida un préstamo de dinero al barón von Dorsday, sujeto a quien Elsa desprecia, para así salvar a su padre de la condena social por el desfalco que cometió. La condición del barón para entregar el dinero es sencilla: quiere ver a Elsa desnuda. Elsa es virgen, y no puede negarse al mandato familiar. Este estudio sobre el sojuzgamiento femenino data de 1924 y rastrea sus ecos en el famoso caso Dora freudiano; estructurado como monólogo interior, SEÑORITA ELSA encuentra en la versión de Fernández la teatralidad necesaria para enfrentar al tiempo, y aunque algunas cuestiones resultan superadas y hubieran merecido un aggiornamiento mayor, la puesta mínima y el trabajo intenso y entregado de Laura Agorreca son suficientes para redondear un espectáculo valioso y muy alejado del lugar común, ese donde el libre fluir de la conciencia individual no tiene anclaje en lo colectivo.
Crónicas teatrales escritas por Carlos Diviesti